Situada detrás del hueso púbico, encima del periné y bajo el cuello de la vejiga, se encuentra la próstata: glándula que genera el líquido seminal que transporta a los espermatozoides. Para muchos, su sola mención provoca inquietud, ya que se la suele relacionar con incómodos controles, problemas y enfermedades, especialmente con el temido cáncer de próstata. Pero al mismo tiempo este órgano puede ser una fuente de gran placer y por lo mismo ha sido llamado “el punto G masculino”. Otra versión es “el punto P” (teniendo en cuenta su inicial). Porque su adecuada estimulación –mediante lo que se conoce como “masaje prostático”- es capaz de provocar el orgasmo.

 

Pero ¿cómo localizarla y estimularla? Sylvia de Béjar, la española experta en sexualidad humana y educación sexual, ofrece una guía al respecto, toda una estrategia. En primer lugar, su búsqueda ha de iniciarse una vez que la persona está relajada y mejor aún si está excitada, nunca en frío, ya que de lo contrario se parecería más a una exploración rectal médica (la cual no es precisamente agradable).

Salvo que se trate de alguien muy flexible –una especie de yogui- a los hombres les cuesta mucho autoestimularse la próstata (a menos que cuenten con la ayuda de un juguete sexual). En cualquier caso, es más fácil que lo logre con la intervención de un compañera/o sexual. La consigna es que se acueste boca arriba con las piernas dobladas o colgado al borde de la cama. Quien estimula debe colocarse entre sus piernas (sentada/o en la cama o en el suelo, según el caso) y empezar a “jugar”, con caricias y la estimulación del pene, de manera que el otro se vaya relajando y excitando, animándose a experimentar. Un complemento ideal es respirar lentamente, con la intención de soltar toda la tensión corporal en cada espiración. Cuando se sienta preparado –y siempre pidiéndole permiso e indicaciones- con la palma de la mano mirando hacia arriba, se puede introducir un dedo –el cual debe estar limpio- con lubricante (también se puede utilizar un preservativo o guante de látex).

Una vez en el interior, siempre con delicadeza, de Béjar sugiere curvar el dedo hacia adelante para palpar la pared anterior o frontal, y así encontrar, a unos 2,5 centímetros, esa masa firme del volumen de una nuez (aunque puede aumentar progresivamente después de los 40, a causa de los cambios hormonales que vienen con la madurez).

A partir de allí, la sugerencia es probar diferentes formas hasta encontrar la adecuada: “Haz que vibre en un movimiento rápido, acaríciala en un vaivén dentro-fuera-dentro o trazando círculos; intenta presionarla con más o menos intensidad y, por supuesto, pídele instrucciones. Esta estimulación puede causarle sensaciones desconocidas hasta entonces. A muchos hombres les resulta muy agradable, incluso algunos llegan al orgasmo con o sin estimulación del pene, y la eyaculación suele ser más suave”.

Pero la especialista también advierte que esta práctica no es del agrado de todos. “Hay quienes sienten irritación, incluso dolor. Es cuestión de probar, siempre que haya consentimiento de ambas partes. Y muy importante: nada de lo que se introduzca en el recto debe entrar en contacto con la boca, la vulva o la vagina sin haber sido bien lavado con agua y jabón”.

Fuente:www.lagaceta.com.ar, nota realizada por Inès Paez de la Torre.

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